El Día Internacional del Trabajador y la Trabajadora tiene su origen en la sangrienta represión que sufrieran, los obreros de la fábrica McCormick (Chicago, Estados Unidos), durante varios días de abril y mayo de 1886. El 1.º de mayo la protesta fue acallada, a balazos, por las fuerzas represoras, que causaron numerosos muertos y heridos.
En esas épocas, la jornada del trabajador estadounidense podía extenderse hasta 18 horas. En Chicago, la Noble Orden de los Caballeros del Trabajo agrupaba a la mayor parte de los asalariados y llevaba adelante una sostenida campaña para lograr que la jornada laboral se limitara a 8 horas. Este justo reclamo chocó con una cerrada oposición empresarial, circunstancia que impulsó a los obreros de Chicago a declarar la huelga. La protesta contó con una adhesión en todo el país de más de cinco mil trabajadores, clamor que finalmente hizo ceder al sector patronal.
La repercusión mundial de estos hechos provocó una oleada de indignación que obró como factor aglutinante de fuerzas dispersas que combatían por los mismos ideales que aquellos trabajadores estadounidenses. En 1919, la primera conferencia de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) proponía la adopción universal de la jornada de ocho horas y la semana de 48 horas. Tras un largo debate, la moción fue finalmente aprobada.
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